Impresionante foto la de los príncipes en el Museo del Holocausto de Jerusalén : realmente consternados, la cabeza de Don Felipe cubierta con el Kipa, corona de flores para el túmulo que recuerda las víctimas del exterminio , rostros severos , cabezas inclinadas y al fondo la llama perpetua alumbrando la sala en penumbra del Museo de Yad Vashem.
El príncipe después señaló “ la importancia que España concede a la necesidad de transmitir a las generaciones futuras el valor de la vida”. Habló del escalofrío del horror, de compromiso universal, de recuerdo…
También se detuvieron en el Monumento a los Niños que recuerda al millón y medio de judíos menores de edad muertos a causa del nacismo.
Parece que les impresionó especialmente la Sala de los Nombres donde se conservan los datos personales de 2 millones de víctimas aportadas por sus seres queridos
No puedo dejar de recordar, y me remueve un sentimiento de tristeza y de rabia en lo más hondo del corazón. Un sentimiento de tristeza y de rabia por todos los niños que no llegaron a nacer en España, por los que no han nacido hoy y por los que no nacerán mientras tengamos estas leyes del aborto; mientras las pseudoclínicas donde se practican sean un negocio que se encubre con el engaño de Salud de la Mujer. Y me pregunto: ¿Tendrán también algún día un monumento esos niños? ¿Cómo se podrá llamar? ¿Cómo se hubieran llamado esos niños? ¿Cuáles hubieran sido sus recuerdos personales? ¿Qué príncipes visitarán sus criptas?
Si, Altezas, urge comprometerse con el valor de la vida; ¡qué razón tienen! Muchos en España lo llevamos pidiendo hace muchos años; precisamente porque estamos consternados de ver como se promulgan leyes que matan. Primero la despenalización del aborto; después el aborto se convirtió en un derecho; ahora se obliga a los médicos a que acepten de una vez, arrollando sus conciencias, la cultura de la muerte,” no pudiendo negarse a informar a las mujeres sobre el procedimiento para abortar o derivarlas a especialistas en la interrupción del embarazo”, tal como ha sido declarado por un Tribunal de Justicia (¡Qué paradoja!).
Entonces fue la raza o la religión. Hoy es la conveniencia, el capricho, la estética, la economía sostenible o el nuevo orden mundial; quién lo sabe. En ese espiral de muerte los próximos serán los ancianos, los enfermos, los deficientes… (Faltan pocos días ya para la Ley de “la Muerte Digna” ¿Es que es indigna la muerte que impone la naturaleza?)
Yo les pediría a los príncipes que lloraran con nosotros, los españoles, por esos niños que no nacieron y que, ataviados con el más riguroso luto, dijeran con todos los que estamos permitiendo o no evitando este otro holocausto: ¡Dios mío qué estamos haciendo!
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